viernes, 27 de enero de 2012

CADÁVERES

Hace unos días, el vídeo de Marines Norteamericanos miccionando sobre los cadáveres de supuestos Talibanes dio la vuelta al mundo. A mí me parece una infamia toda la barbarie que se produce contra las personas en cualquier guerra. Las imágenes de asesinatos, violaciones, torturas, los prisioneros humillados en Abu Ghraib, o encarcelados sin juicio en Guantánamo, las violaciones de derechos humanos en cualquier lugar del mundo (con guerra declarada o no), todo ello me parece del todo injustificable.

Un cadáver ya no siente, no está vivo, no es más que un montón de piel, huesos y órganos en descomposición. Lo grave es lo que le pasa justo antes de morir. La dureza de estas imágenes radica en que un familiar pueda reconocerlos, enterarse por ellas de que han muerto e imaginarse cómo debieron ser sus últimos momentos. Ahí radica su brutalidad. En el sufrimiento real de sus allegados. Y por ello son absolutamente condenables. Los cadáveres en sí ya no se enteran de nada.

Una vez la persona muere, le da igual que sus restos sean incinerados, sepultados bajo tierra para banquete de los gusanos, descuartizados para extracción de órganos o para la formación de estudiantes de medicina o usados de urinario por una pandilla de capullos. Esos restos no son más que una carcasa vacía. Lo que ocurre con el alma que abandona el cuerpo no lo conocemos, pero quiero creer que tiene otras prioridades antes que preocuparse de lo que le ocurre a su antiguo recipiente.

Pero eso es una vez muerto. Antes de morir la persona sí que tiene derecho a decidir cómo quiere que reposen sus despojos, y seguro que ninguno elegiría ser el orinal del enemigo.

Yo también he decidido lo que quiero que se haga con mis restos. Quiero que me descuarticen como a un cerdo y que reciclen para trasplantes todos los órganos que se puedan aprovechar. Ojos, riñones, hígado, pulmones, corazón, prepucio (para reconstrucciones de piel en la unidad de grandes quemados). Que me extraigan todo lo que se pueda reutilizar (cuero cabelludo, dientes, huesos para el caldo, pelos para cepillos, intestinos para el fuet, piel para bolsos o zapatos...). Lo que quede que se lo den a estudiantes de medicina para que jueguen un rato. Y cuando ya no se pueda extraer nada útil, que utilicen la morcilla sobrante para hacer pienso ecológico para perros.

Parece una broma, y seguro que es ilegal. Estoy convencido que mis herederos no se buscarán problemas para cumplir la última voluntad de un viejo con demencia senil. Darán un par de órganos como mucho y quemarán el resto. Pero a mí me haría ilusión que se fabricara pienso para perros con mis despojos. Por un lado les devolvería todo el amor que me han dado en vida. Y por otro seguro que estoy más bien alimentado y tengo menos aditivos, hormonas, antibióticos y clembuterol que el ganado que usan para fabricarlo. Por tanto sería un pienso más ecológico, sano y nutritivo que el que hay actualmente en el mercado. Pero si no cumplen mi voluntad en el fondo me da igual. Yo ya no seré aquellos restos. Ya no estaré allí.

1 comentario:

  1. Comparto. Y respeto otras opiniones, pero lamentablemente pasé por episodios familiares en que al fallecido (con enfermedad terminal, una situación delicada) lo quisieron homenajear con las pompas y reconocimientos que jamás le dieron en vida. Eso me indignó: quisieron invertir más en el velorio, en el cajón y en las flores para la tumba que en un taxi para acompañarlo cuando más solo estaba en la sala de hospital.

    Repito, respeto la forma en que cada quien despide a los suyos. Pero mejor hacerles llegar todo lo que sentimos por ellos cuando aún nos acompañan en este plano ;)

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