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martes, 30 de julio de 2013

EL EFECTO MASA

El ser humano se comporta a veces como un bisonte corriendo en estampida. Avanza a toda velocidad siguiendo a la masa sin saber hacia donde. Si los demás lo hacen será lo correcto. No se plantea la dirección. Podrían ir todos hacia un acantilado, pero no se lo cuestiona. Si todos corren por algo será... nadie se quiere quedar atrás...

Tenemos numerosos ejemplos. Colas en rebajas para comprar cosas que no necesitamos. Burbujas de todo tipo (si los demás se enriquecen comprando vivienda yo también... los inmuebles nunca bajan...). Modas (ropa, tecnología, redes sociales, juegos on line, fútbol...). Ideologías, religiones, creencias... Acumulación de poder o de riqueza material como indicador del éxito en la vida...

Yo creo que es un mecanismo de defensa del cerebro. Si tuviera que pensar todo lo que va ha hacer, con la cantidad de estímulos que recibe, se sobre calentaría y se le fundirían las neuronas. Por ello ha creado dos mecanismos de defensa:

a) La repetición, los hábitos, las costumbres, las rutinas... (hacer lo de siempre para no tener que volver a pensar / decidir cada vez)

b) Copiar, imitar, hacer lo que hacen todos... (si alguien ya lo ha pensado no lo tengo que volver a pensar yo)

Además, en una sociedad que castiga el error, el hecho de que muchos otros se hayan equivocado igual que yo es un atenuante social que siempre consuela.

De vez en cuando algún bisonte se detiene. Levanta la cabeza y mira hacia donde se dirige la manada. Y a veces no le gusta lo que ve. Si el bisonte está en la periferia puede parar. Puede apartarse. Incluso puede convencer a algunos de los que tiene cerca para que hagan lo mismo. Y si no son capaces por lo menos que le sigan a él en otra dirección.

Pero cuando el bisonte que se para está en el medio de la estampida fácilmente será arrollado por los demás o verá impotente como le arrastran hacia el acantilado. Un ejemplo sería la del soldado desertor en una guerra absurda (como todas) o la del defensor del medio ambiente en un escenario capitalista ultra liberal.

¡¡Bisontes!! Levantad la cabeza de vez en cuando para mirar hacia donde va la manada. Quizás otros os vean y os imiten. Tal vez podáis parar la manada. Tal vez no. Pero por lo menos mirad. Cuestionaos la dirección. Sino seréis arrastrados siempre por los que van delante dirigiéndola. Y ellos a veces tampoco saben el rumbo. También miran hacia el suelo... o tal vez están mirando hacia su propio ombligo...

PD - este artículo se lo dedico a mi padre. Le quiero por ser como es, no porque la sociedad establezca que a un padre hay que quererlo.

martes, 31 de julio de 2012

A PECHO DESCUBIERTO

Algunos ayuntamientos prohíben a la gente ir por la calle a pecho descubierto, sin camiseta. Consideran el cuerpo humano como algo indecoroso, feo, antiestético o poco elegante que debe mantenerse oculto. Al final es una extrapolación de la censura religiosa. En algunos cultos los cuerpos (en especial de la mujer) deben ser cubiertos y escondidos en su totalidad.

El cuerpo humano es algo natural. Y por tanto es hermoso. Los hay de diferentes formas y colores y aunque los estándares de belleza artificiales han impuesto a los hombres cachas y a las mujeres delgadas (pero con pechos grandes), la realidad es que un cuerpo (propio o ajeno) no es algo de lo que nadie deba avergonzarse. Ni mucho menos ocultar bajo pena de multa. ¿Por qué puedo enseñar la cara, una mano, un brazo pero no una barriga? ¿Por qué la espalda debe pasar calor pero la pantorrilla puede estar al aire libre? ¿Quien es el ayuntamiento para decirme cómo debo vestir? Por mí como si la gente quiere pasearse por la calle en pelota picada. ¿Por qué en la playa la gente puede mostrar sus cuerpos pero en la calle no?

Supongo que es un tema de evolución. Hace años la minifalda era porno duro, los bañadores cubrían todo el cuerpo y el top less era delito federal. Pero hemos evolucionado. Y seguiremos evolucionando a pesar de las mentes reaccionarias y fundamentalistas.

lunes, 30 de julio de 2012

FAMOSOS

¿Por qué alguien como yo sabe quién es Belén Esteban? ¿O Leo Messi? No me interesan ni la farándula ni el fútbol, pero puedo poner cara a estos dos nombres. Y a los de mucha más gente que no aporta nada a la humanidad. ¿Por qué no me sé el nombre de científicos, voluntarios, bomberos, maestros y un sinfín de personas que hacen que este mundo sea un lugar mejor donde vivir? ¿Por qué, en cambio, no puedo evitar que mi cerebro se ensucie con todo este otro spam mental?

La respuesta es clara, los medios nos bombardean con esta basura. Y a base de repetición nuestra cabeza pierde la capacidad de filtrar. Está claro que detrás hay un interés político de entretener a la masa para evitar que piense (cosa que pondría en peligro el sistema) y un interés económico porque estos sectores mueven millones. Al margen de parásitos periféricos, las abultadas nóminas de los protagonistas revelan que la sociedad sí que les da un valor. Y las estrategias de borreguismo y chupacuartos no funcionarían si realmente, en el fondo, a la gente no le gustaran estos temas.

Hubo un tiempo en el que yo les daba un valor. "Belén Esteban tiene el mérito de que alguien le pague por hacer lo que hace, y que además le paguen bien. Esto no lo consigue cualquiera. Hay mucho borrego suelto haciendo animaladas, y nadie les da un sueldo por ello. Un braguetazo puede catapultarte, pero no tiene que ser fácil conseguir que la gente no se canse de verte haciendo el ridículo." Lo mismo es aplicable a darle patadas a un balón. Pero funciona, la gente se entretiene y la audiencia da dinero.

Ahora ya no le doy valor. El error está en medir el éxito en función del dinero que generas. Pensar que a mayor sueldo más has triunfado. Esto desvirtúa el término de tener éxito en la vida. Tener más dinero implica poder comprar más cosas, acumular más trastos y tener un ataúd mejor. Algunos pueden hacerse panteones estilo faraón con todo lo que han acumulado. ¿Y?. El dinero es importante para satisfacer las necesidades básicas y disfrutar de la comodidad del consumo, no lo niego, pero no es la base para medir el éxito en la vida. No es incompatible con aportar algo a la humanidad, pero por sí mismo no mide en nada la valía de una persona.

miércoles, 18 de julio de 2012

FAMILIAS NUMEROSAS

Yo soy partidario de retirar todos los descuentos y las ayudas (con dinero público) a las familias numerosas. Está claro que nadie les obliga a tener tantos hijos, que existen métodos anticonceptivos al alcance de todo el mundo y que el Estado no debe responsabilizarse de aquellos que no son capaces de calcular cuantos hijos pueden mantener.

Existe la falsa creencia que las familias numerosas son beneficiosas para la sociedad. Que los niños de hoy pagarán las pensiones de mañana... (y cobrarán las de pasado mañana). Que la pirámide poblacional debe crecer indefinidamente y que el planeta y los recursos naturales pueden mantener a un número ilimitado de seres humanos.

Esto era cierto cuando la población humana no superaba los 1000 millones de personas y la agricultura era el motor de la economía. Cada brazo adicional era una bendición para la familia y una inestimable ayuda para cultivar la tierra y proporcionar alimentos y sustento a los ancianos. El planeta todavía podía soportar esta presión demográfica.

Incluso es comprensible en una era industrial, donde los empresarios necesitan trabajadores para hacer funcionar sus empresas, y consumidores para que les compren sus productos.

Pero en una era tecnológica, donde la mano de obra es cada vez más prescindible, sustituida por las máquinas, los robots y los ordenadores, aumentar el número de personas implica aumentar las posibilidades de desempleo, marginación, deterioro medioambiental y conflicto.

No, no tiene ningún sentido potenciar a las familias numerosas, no son beneficiosas para la humanidad, al contrario, la perjudican. Entonces ¿por qué seguimos haciéndolo?

Aparentemente por inercia, porque siempre se ha hecho así. Una herencia del franquismo y del fundamentalismo católico que se han olvidado de revisar...

Pero no cuela. En época de crisis se revisan muchos gastos innecesarios y éste no se ha tocado porque hay intereses para que siga así...

Cualquier grupo de presión, la Iglesia, el Estado, el Opus... que tenga poder, le interesa que sus miembros se reproduzcan para generar "cantera" de adeptos a la causa. Cualquier religión animará a sus miembros a tener hijos para perpetuar el "chollo". Cualquier Estado (minimamente facha) preferirá que le nazcan ciudadanos, hijos de nativos, a que su sociedad se le "ensucie" con inmigrantes y sus ideas nuevas, a los que hay que domesticar y que pueden cuestionar la estructura de poder actual.

Yo creo que hay que pensar mínimamente en el planeta y en las generaciones futuras. No a lo Chino, tampoco soy partidario de penalizaciones, pero por supuesto las familias numerosas no deben tener el apoyo moral ni económico de las instituciones públicas.

miércoles, 23 de mayo de 2012

SIMPLICIDAD VOLUNTARIA

Hace unos días cayó en mis manos un escrito sobre la Simplicidad Voluntaria. No sabía ni que existía un movimiento llamado así, pero me sentí plenamente identificado en cada uno de sus principios que aplico habitualmente en mi cotidianidad. He transcrito los que leí, adaptándolos y modificándolos según me ha parecido oportuno.

Los 10 mandamientos de la Simplicidad Voluntaria:

I - El dinero, el status, el poder y en especial las posesiones materiales no son un sinónimo de calidad de vida o de felicidad. El objetivo de esta existencia no es acumular riqueza material ni prestigio social.

II - El tiempo es demasiado preciado como para perderlo trabajando. Existen demasiadas cosas importantes para hacer. Hay que trabajar menos horas aunque implique cobrar menos y por tanto consumir menos.

III - Debemos eliminar de nuestra vida las distracciones, pasatiempos y a las personas que nos alejan de lo que realmente es importante.

IV - Es necesario eliminar todas aquellas posesiones, objetos, trastos y bienes materiales que no necesitamos y que ocupan espacio a nuestro alrededor. Viajar ligeros de equipaje (en la vida). Por supuesto adquirir solamente lo que es imprescindible.

V - No te endeudarás para consumir. Si no puedes pagarlo no te lo compres.

VI - Debes trabajar en algo que sea satisfactorio, que tenga sentido, que te permita expresar tu talento único y creativo. Y que te guste.

VII - Debemos vivir de forma respetuosa con el medioambiente. Evitar la destrucción de recursos naturales, el despilfarro, la generación de residuos. Reutilizar, reparar, reciclar, compartir. Comprar en mercados de segunda mano y fomentar el intercambio y la recuperación.

VIII - Hay que cuidar el cuerpo con una alimentación sana y frugal (comida de proximidad, platos de temporada, adquiridos directamente al productor) y haciendo ejercicio de forma regular (yoga, correr, bicicleta, excursiones....). Debemos cuidar la mente con la meditación y los pensamientos positivos. Y el alma escuchando lo que nos dicta el corazón y obrando en consecuencia.

IX - Debemos ser más autosuficientes ante las necesidades de la vida diaria. Aprender a reparar nuestros objetos. Fomentar el intercambio de servicios.

X - Es necesario abandonar el coche y utilizar el transporte colectivo y público, la bicicleta o andar. (Debo reconocer que en este pincho, tengo coche, lo uso lo mínimo posible pero me cuesta prescindir completamente de él...).

Existen tres elementos tradicionalmente incompatibles con la Simplicidad Voluntaria:

a) Coleccionismo -  Consiste en acumular objetos similares que no tienen ninguna utilidad por ellos mismos (sellos usados, monedas y billetes sin curso legal, minerales, chapas, latas, cuadros, arte, artículos de Star Wars...). Si otras personas hacen la misma colección y las piezas son escasas puede ser que lleguen a valer mucho dinero. Yo hice colecciones en el pasado. Ahora ni se me ocurriría. Recuerdo el caso de un amigo que se creía en la obligación de traernos un regalo en cada viaje. Como no sabía qué comprarme encontró unos coches de plástico en el aeropuerto. En cada viaje me regalaba uno. Un día me confesó "qué suerte tengo contigo, como te haces la colección de coches de plástico y sé que te gustan tanto no me tengo que preocupar de qué te compro...". Nunca me gustaron. Los aceptaba por no hacer un feo y un día los tiré todos a la basura.

b) Recuerdos - Se trata de darle un valor sentimental a un objeto. Algo que te trae recuerdos de infancia o de cualquier tiempo pasado. Conozco gente que guarda peluches, juguetes de su niñez, muñecos, apuntes o trabajos del colegio, ropa que ya no le cabe, objetos comprados en viajes, medallas, bisutería. Siempre son trastos inútiles que ocupan espacio en la casa y en la vida. Algunas personas se justifican diciendo que cuando sean viejos podrán subsistir con esos recuerdos. Yo opino que si necesito recurrir a recuerdos del pasado porque mi vida del presente ya no me llena es que tengo un problema serio. Y la solución es vivir al momento, no tirar del antes para llenar los vacíos del ahora. Tanto si soy anciano como si no.

c) Regalos - No me gusta tener que tirar a la basura, dar  o venderme un trasto inútil que me acaban de regalar. Es un desprecio para en donante (al que normalmente aprecias). Siempre espero un tiempo. Pero preferentemente les digo a todas las personas más próximas que no me regalen nada. Si hay algún compromiso (cumpleaños, etc...) y no se pueden resistir, que me den dinero o ya les indicaré lo que necesito (y a ser posible lo comparé yo). Por supuesto el que viaja no debe gastarse el dinero, el tiempo ni el espacio de la mochila en comprar basura para sus allegados. Y las invenciones del Corte Inglés, como el Día de la Madre, del Padre, de la Suegra, de los Enamorados, etc. para fomentar el consumismo ya se las pueden quedar. En Navidad estoy implantando un pacto de no agresión (tú no me regalas y yo no te regalo). Y claro, no hago a los demás lo que no quiero que me hagan a mí.

martes, 24 de enero de 2012

LA BUENA EDUCACIÓN

La libertad de una persona acaba donde empieza la de otra. Todo el mundo tiene claro que si yo tengo ganas de clavarle un hierro oxidado en el ojo de un transeúnte choco con su derecho a no sentir ese dolor. Hay otros ejemplos obvios, como no ser violado, asesinado o que tus pulmones no sean intoxicados con substancias cancerígenas provenientes de cigarrillo ajeno. Cualquier agresión contra tu persona que merme tu salud o te provoque dolor, lesión, infección, intoxicación o muerte es injustificable. Nadie lo discute.

En otros casos la frontera es más difusa. Algo que molesta. Es subjetivo y depende del umbral de tolerancia de cada uno. Por ejemplo el ruido. Hay ruidos insoportables para todo el mundo (que no sea sordo). Y a la vez hay personas que sufren con ruidos estadísticamente calificables como leves. Todos están en su derecho y depende de  la sensibilidad auditiva de cada uno. Es muy difícil establecer una frontera en decibelios para marcar algo tan subjetivo. Yo en caso de duda siempre soy partidario de favorecer al silencioso porque creo que la contaminación acústica está infravalorada, pero no voy a extenderme en algo que depende de cada caso particular.

Existe un tercer nivel. Lo que se considera como mala educación. Desde mi punto de vista absurdidades culturales que se han transmitido generación a generación y han evolucionado hasta la actualidad porque nadie se ha planteado el por qué. Su inconsistencia se evidencia porque son muy variables en distintos lugares de la Tierra. Lo que es reprochable en Suiza tal vez no lo sea en la India.

Hablo de aquellas cosas que molestan porque nos han enseñado desde pequeños que eso molesta. Los ejemplos son innumerables. Si voy a un restaurante a comer y rebaño el plato con la lengua probablemente no se considere una muestra de reconocimiento hacia el chef (y lo sería). Lo de quitarse los zapatos es un mundo aparte. ¿Por qué hay que esperar a estar solo para andar descalzo por la oficina?. Sorber la sopa ruidosamente no revienta los tímpanos a nadie. La tortilla la corto como quiero, si me apetece uso un hacha. El muestrario es extenso. Pies encima de la mesa, palillos en la boca, uso de los cubiertos, etiqueta en la mesa,...

Pero hay otras todavía más absurdas. Hablo obviamente de pedos, eructos y bostezos sonoros. Son necesidades tan nobles como comer o respirar. El cuerpo ha diseñado unos mecanismos para evacuar el aire sobrante del cuerpo. Tirarse un pedo ruidoso está mal visto en Occidente. ¿Por qué? Su hedor apenas dura unos segundos. Y su contención puede acarrear unos dolores de intestinos terribles. Va contra natura. Nadie se escandaliza por ver eructar a un bebé. Al contrario, lo fomentan y se alegran. Pero a partir de una edad ya no se permite. Hay que disimular. Reprimir.

Lo de mear y cagar (que podría ser tan social y normalizado como comer y beber) está mejor visto, y como genera un residuo se establecen lugares privados para ello. ¿Huele mal? Es cultural. Mi perro se hartaba de oler excrementos de otros canes o entrepiernas humanas porque ello le daba información (supongo, nunca le pregunté). Su olfato estaba mucho más desarrollado como para ofenderse, pero nadie le enseñó que ese olor era malo. (También rebañaba el plato con la lengua).

En los pedos y eructos hay que disimular. ¿Por qué? ¿Por qué no me puedo tirar un santo cuesco en una entrevista de trabajo si tengo ganas? (pregunta retórica, sé la respuesta perfectamente). En cambio sí que puedo toser o estornudar. El aparato respiratorio tiene mejor prensa que el aparato digestivo. Su funcionamiento natural está mejor considerado. Pero ambos son imprescindibles para sobrevivir.

Todavía recuerdo con nostalgia aquellos días en la oficina. Si me quedaba solo en el ascensor intentaba soltar un pedo al bajarme, justo antes de que se cerraran las puertas detrás de mí... "Ahí os lo dejo" pensaba con orgullo.


miércoles, 18 de enero de 2012

ESFUERZO Y SACRIFICIO

Conozco a personas que se vanaglorian de haber conseguido objetivos en la vida a base de esfuerzo y sacrificio. Son dos palabras que tradicionalmente se asocian a actitudes meritorias y loables. "He hecho grandes sacrificios por ti", "Con esfuerzo lo conseguiremos", "Con esfuerzo y justicia social..."

Yo creo que lo han entendido mal... si tienes dos opciones para alcanzar una meta, una a base de esfuerzo y sacrificio y la otra no, ¿cuál elegirás? La "Ley de mínimo esfuerzo" siempre ha sido lo natural. Los ríos fluyen por donde les es más fácil. La Naturaleza elige el camino menos tortuoso.

El esfuerzo y el sacrificio son efectos secundarios no deseados y a evitar en la realización de cualquier tarea o acto. Si algo te los requiere en exceso puede ser una señal de que toca un cambio. Cuando hay pasión, cuando hay fluidez, los obstáculos desaparecen. 

Escribir este blog me supone una importante inversión en tiempo y neuronas que podría dedicar a actividades alternativas. No gano dinero con él. Casi nadie lo lee (a juzgar por las estadísticas). No saco nada más que el placer de escribirlo. El día que me suponga esfuerzo o sacrificio lo dejaré de inmediato. Como tantas otras cosas en la vida.


martes, 17 de enero de 2012

MALDECIR

Estoy al volante de mi coche en el atasco de entrada a una gran ciudad. Es hora punta. La gente está visiblemente nerviosa. El ambiente es tenso y hostil. Los movimientos, lentos y torpes son incompatibles con la prisa de la mayoría de los conductores. Hay ruido y humo. Todos preferiríamos estar en otro sitio.

Una mujer da un volantazo y un acelerón adelantando a otro turismo de forma imprudente y temeraria. Le corta el paso a un motorista que circulaba correctamente por su carril. Gracias a su pericia el motorista evita en el último momento la colisión con una maniobra digna de un funambulista. Por unos instantes se tambalea de lado a lado. Parece que va a caer, pero consigue mantenerse en pie y recuperar el equilibrio.

Cuando por fin alcanza la estabilidad se gira y mirando para atrás levanta el puño amenazante hacia la señora. Probablemente la está maldiciendo a gritos, palabras que nadie escucha ya que el casco integral y el ruido de los motores amortiguan cualquier sonido que emita.

En esos segundos en que mira para atrás se desvía lo justo para empotrarse contra otra motocicleta que también estaba conduciendo correctamente por su carril. Esta vez caen todos al suelo. Víctimas inocentes de una situación absurda.

Yo pienso: te habías salvado de caer. No era culpa tuya y conseguiste mantener el equilibrio con una pericia y una sangre fría admirables. Pero por girarte a maldecir y protestar te has empotrado contra una pobre pareja que todavía no entienden lo que ha pasado. Y todos habéis caído al suelo. Es el poder de las palabras. Es el poder de la ira. Es el poder de la maldición.

Se levantan sin ningún rasguño físico aparente y siguen su camino. Espero que aprendan la lección. Yo lo hago y me centro en la conducción en vez de distraerme observando accidentes ajenos.

LECCIONES PERRAS

Tren de Cercanías. Entra un chico con un perro. Se acomoda en uno de los asientos abatibles de la entrada. El chucho, es pequeñajo, de raza indeterminable y con cara de bonachón. Se acurruca en silencio a los pies de su amo. No se mueve. No molesta. No habla por el móvil a grito pelado. No se escucha la música de sus auriculares a 10 metros de distancia. No apoya los pies en el asiento delantero. No ocupa 3 asientos con sus bolsas. No habla fuerte. No le apesta el sobaco a podredumbre ni el aliento a tabaco. No se cuesca. No toca un instrumento a todo volumen. No pide nada... de acuerdo, lo reconozco, no ha pagado el billete, pero tampoco ha decidido estar allí.

En una estación se abren las puertas. Un chico se dispone a salir. En el último momento le da una patada al animal y grita "-¡¡Puto perro!!". Se baja y camina por el andén refunfuñando palabras ya incomprensibles. El dueño se levanta, saca la cabeza al exterior y replica con ira "-Tío, ¿de qué vas?" y se vuelve a sentar resoplando enfurecido. Se cierran las puertas. El tren arranca. Yo les observo.

El agresor sigue en la estación gritando y gesticulando con furia. Está indignado. Interpreto que le ha molestado que un ser al que considera inferior se haya atrevido a mancillar su espacio vital. Su novia (llamémosla así) intenta calmarlo con poco éxito. Empezar a hacer conjeturas sobre si está traumatizado porque le mordió un perro cuando era pequeño es tan estéril como inventarse que la chica que caminaba a su lado era su novia.

El dueño del perro sigue indignado. Respira agitadamente. Las venas marcadas en su rostro enrojecido permiten intuir que el hecho le ha afectado. Han agredido a su perro, y lo que es peor, delante de otras personas. Gente que le mira de soslayo y que deben estar juzgándole en silencio. Probablemente piensa que le darán la razón, la verdad es que la agresión es gratuita e injustificada, pero es el centro de atención y se nota que eso claramente le incomoda.

El perro está acurrucado al lado de su amo recibiendo las caricias entre las orejas que probablemente tanto adora. Saca la lengua pausadamente en lo que parece una sonrisa. Mueve la cola con calma y se le ve relajado y feliz. Es cierto que por un momento se ha sobresaltado, no esperaba la patada y siempre se incomodan cuando los humanos expresan violencia, en especial si uno de ellos es su dueño, pero ha sido todo tan rápido que parece haberlo olvidado. Pertenece al pasado. No lo ha entendido, pero el presente, el ahora, son las reconfortantes caricias de su amo. Esto es lo único que importa. No guarda rencor al anónimo viajero amargado. Le da igual ser el centro de atención. Le da igual que los humanos le estén mirando. Sólo disfruta con intensidad cada una de las caricias que le brindan. No necesita nada más. Lo otro ya pasó y nada puede hacer para cambiarlo.

Me hace gracia el contraste entre la exaltación del amo y la relajación del perro (que al final es el que ha recibido la agresión). Considero que los animales son unos grandes maestros, y que podemos aprender muchísimo de ellos.

Me bajo del tren en mi parada. Miro al perro de soslayo (me ha gustado esta palabra) y le doy las gracias en silencio por la lección.

viernes, 21 de octubre de 2011

LA CORBATA

Nunca me acostumbré a llevar corbata. Es una prenda de vestir que no entiendo. No abriga en invierno y sofoca en verano. Su valor estético es cuestionable, siempre subjetivo, y a mi entender en muchos casos claramente resta.

Imagino que históricamente era una forma de distinguir a los ejecutivos del resto de mortales. Una forma de separación de clases, de elitismo. Los encorbatados tenían un trabajo más cualificado que los plebeyos. No se ensuciaban las manos. Hoy en día esto está obsoleto y se sigue usando por pura inercia.

Yo siempre la he visto como una soga en el cuello, como una correa de perro. No es más que un simbolismo, nunca me han ahorcado con ella, pero para mí, tener un nudo corredizo alrededor del cuello no puede ser buen Feng Shui.

Hace años me negué a seguir llevándola. Al principio era el bicho raro, pero poco a poco la gente se fue sumando a la iniciativa. Con el tiempo, en verano, pudimos subir algún grado la temperatura del aire acondicionado de la oficina. Lo agradecieron las mujeres que lógicamente van menos abrigadas en verano. A ellas no se les ocurriría estrangularse con una tira de trapo alrededor del cuello, pero tienen un abanico de instrumentos de tortura autoinflingida mucho más extenso, como la depilación, los zapatos de tacón... pero esto ya es otro tema. Y sobretodo lo agradeció el Medio Ambiente. Abrigarse en verano para ir a la oficina porque es la estética imperante y tener que bajar la temperatura artificialmente es de una absurdidad insostenible.

Sí, la corbata desaparecerá con el tiempo, pero no será fácil. Siempre pienso que el estafador más peligroso es el que va impecablemente vestido. La gente se fía más. Con un traje caro y una corbata de seda se te abren puertas de otra forma impenetrables. Y es pura fachada. La validez de la persona que va dentro es absolutamente independiente de su carcasa.

Y ya sé que hay gente que se gana la vida fabricando corbatas, pero también había gente que se dedicaba a fabricar máquinas de escribir o discos de vinilo y tuvieron que evolucionar.

Yo digo no. No a las corbatas.



jueves, 20 de octubre de 2011

EL DEPORTE

Prefiero practicar deporte que observar cómo lo hacen otras personas. Hacer ejercicio es sano y altamente recomendable. Pero mirar cómo lo hacen los demás me parece una pérdida de tiempo.

Sin embargo a millones de personas les encanta. Y de ahí se deriva la inmensa oferta mediática (Juegos Olímpicos, Incontables competiciones de fútbol, NBA, Super Bowl, Tenis, Fórmula 1, vueltas ciclistas, motos...). El deporte mueve pasiones, los deportistas de élite ganan sueldos obscenos y la gente parece hipnotizada ante la mayoría de estos eventos.

Yo hago deporte casi a diario, pero ser espectador me aburre enormemente. Cuando el telediario empieza a hablar de fútbol cambio de canal (porque pienso que ya no son noticias) y paso en bloque la sección de deportes del periódico sin mirarla. Creo que en el mundo pasan cosas más interesantes como para ocupar tiempo y espacio en mi cerebro con todo este spam. Me parece incomprensible el dinero que mueve el deporte y me da un poco de pena toda la energía, dinero y tiempo desperdiciados (hablo más por los espectadores que por los deportistas) que podría dedicarse a tantos fines que reportarían mucho más a la humanidad.

Pero el deporte está ahí y la gente lo sigue con fanatismo y devoción por lo que el raro debo ser yo. Para mí lo preocupante es la naturalidad con la que nos hemos acostumbrado a la intromisión del deporte en nuestras vidas. Me entero de todos los resultados de los partidos de fútbol, de cada gol cuando se marca, me suenan los nombres (y algunas caras) de la mayoría de deportistas de élite y farándula periférica. Es inevitable. Está ahí. Todo el mundo habla de ello. Incluso yo lo estoy haciendo ahora.

Y yo me pregunto ¿Por qué?

Creo que la gente tiene una crisis de valores. Necesita ídolos, dioses, mitos y las religiones ya no se los pueden proporcionar. El deporte es perfecto. No necesita actos de fe. Es simple de entender. Distrae la atención de la gente.  Los aparta de la vida real, les da una válvula de escape. No hay que cuestionarse por qué eres de un equipo. Representa a tu ciudad o tu país, tus padres te lo inculcaron de pequeño... qué más da. No hay que pensar. Todos son iguales. Si hubieras nacido en otro lugar serías de otro equipo. Es fácil.
Y a los que tienen el poder les va de perlas. Como dijo Franco, "prefiero que la gente hable de fútbol que de política" (y si no lo dijo me lo acabo de inventar pero seguro que lo pensaba). Es una forma excelente de entretener a la masa para focalizar la energía y la atención de las ovejas y que no se descarríen o se les ocurra pensar. Una nueva religión. Y forrarse a su costa está bien visto.

No, no soy imparcial. El fútbol tiene sus ventajas y como ateo nunca me he podido beneficiar de ellas. Como tema de conversación estéril, neutral y universal es muy útil para usarse como comodín cuando escasean las alternativas más profundas. Por ejemplo en ambientes laborales con personas de baja afinidad cuando necesitas una muletilla para limar asperezas. O gente que conoces poco y necesitas rellenar tiempos muertos (en el sentido menos baloncestista de la frase). También es imprescindible como descansos en las comidas de trabajo, siempre ideales para desconectar y navegar un rato por mi mundo interior.

No, no soy imparcial, pero el que esté libre de pecado que chute el primer penalti.

martes, 18 de octubre de 2011

LOS HIJOS

Afirmaba Takashi Asano en la Contra de la Vanguardia del 05/10/2011 que no había tenido hijos para preservar el medio ambiente. Entiendo que ésta era una razón entre muchas otras, y probablemente no fue la principal a la hora de tomar tal decisión, pero no puedo evitar estar de acuerdo con él.

Yo no tengo hijos. Afortunadamente no todo el mundo piensa como Takashi y como yo, dado que entonces la raza humana se habría extinguido. La supervivencia de una especie se basa, entre otros factores, en su capacidad reproductiva, pero en el caso de los seres humanos me parece que si nos extinguimos será por otros motivos.

La población mundial crece exponencialmente, pero el planeta Tierra y los recursos naturales son limitados. No pueden crecer. Más gente presiona sobre el mismo territorio provocando conflictos y la destrucción del medio ambiente. Y cada una de esas personas tiene el mismo derecho a comer, a ocupar un espacio y a existir que su vecino.

Las religiones siempre han intentado que sus adeptos tengan el mayor número de hijos posible, dado que así tienen más probabilidades de extenderse y de competir con las demás. El peso de la religión en la cultura y modelos económicos antiguos promovían aumentar al máximo el número de hijos. Pero todo esto ya está obsoleto.

Hoy en día la presión de la humanidad sobre el planeta ya es insostenible, y añadir más humanos es añadir necesidades alimentarias, energéticas, contaminación, conflicto y residuos.

Es cierto que los ajustes son dolorosos para la generación que los sufre. Un descenso de la natalidad provocaría una población envejecida que acabaría teniendo que ser mantenida por una fuerza laboral menor. El sistema de pensiones quebraría (no por la pirámide poblacional sino por ser de reparto en lugar de ser de capitalización) y la edad de jubilación no pararía de aumentar.

Pero siempre será menos doloroso un ajuste por descenso de natalidad que por un incremento brusco de mortalidad. Y tarde o temprano debe producirse un ajuste. A este ritmo simplemente no se cabrá.

Pero todos los colectivos, todos los estados, todas las religiones, todas las familias prefieren que sea otro el que reduzca su natalidad. Los estados dan ayudas fiscales por hijos y benefician a las familias numerosas. Nunca he entendido dichas políticas, nadie les obligaba a tener tantos hijos. Creo que la respuesta viene de la concienciación y los estados no deberían intervenir más allá. O mejor aún. No intervenir de ningún modo.

Claro que si me gustasen los niños tal vez pensaría de otra manera...