jueves, 20 de octubre de 2011

EL DEPORTE

Prefiero practicar deporte que observar cómo lo hacen otras personas. Hacer ejercicio es sano y altamente recomendable. Pero mirar cómo lo hacen los demás me parece una pérdida de tiempo.

Sin embargo a millones de personas les encanta. Y de ahí se deriva la inmensa oferta mediática (Juegos Olímpicos, Incontables competiciones de fútbol, NBA, Super Bowl, Tenis, Fórmula 1, vueltas ciclistas, motos...). El deporte mueve pasiones, los deportistas de élite ganan sueldos obscenos y la gente parece hipnotizada ante la mayoría de estos eventos.

Yo hago deporte casi a diario, pero ser espectador me aburre enormemente. Cuando el telediario empieza a hablar de fútbol cambio de canal (porque pienso que ya no son noticias) y paso en bloque la sección de deportes del periódico sin mirarla. Creo que en el mundo pasan cosas más interesantes como para ocupar tiempo y espacio en mi cerebro con todo este spam. Me parece incomprensible el dinero que mueve el deporte y me da un poco de pena toda la energía, dinero y tiempo desperdiciados (hablo más por los espectadores que por los deportistas) que podría dedicarse a tantos fines que reportarían mucho más a la humanidad.

Pero el deporte está ahí y la gente lo sigue con fanatismo y devoción por lo que el raro debo ser yo. Para mí lo preocupante es la naturalidad con la que nos hemos acostumbrado a la intromisión del deporte en nuestras vidas. Me entero de todos los resultados de los partidos de fútbol, de cada gol cuando se marca, me suenan los nombres (y algunas caras) de la mayoría de deportistas de élite y farándula periférica. Es inevitable. Está ahí. Todo el mundo habla de ello. Incluso yo lo estoy haciendo ahora.

Y yo me pregunto ¿Por qué?

Creo que la gente tiene una crisis de valores. Necesita ídolos, dioses, mitos y las religiones ya no se los pueden proporcionar. El deporte es perfecto. No necesita actos de fe. Es simple de entender. Distrae la atención de la gente.  Los aparta de la vida real, les da una válvula de escape. No hay que cuestionarse por qué eres de un equipo. Representa a tu ciudad o tu país, tus padres te lo inculcaron de pequeño... qué más da. No hay que pensar. Todos son iguales. Si hubieras nacido en otro lugar serías de otro equipo. Es fácil.
Y a los que tienen el poder les va de perlas. Como dijo Franco, "prefiero que la gente hable de fútbol que de política" (y si no lo dijo me lo acabo de inventar pero seguro que lo pensaba). Es una forma excelente de entretener a la masa para focalizar la energía y la atención de las ovejas y que no se descarríen o se les ocurra pensar. Una nueva religión. Y forrarse a su costa está bien visto.

No, no soy imparcial. El fútbol tiene sus ventajas y como ateo nunca me he podido beneficiar de ellas. Como tema de conversación estéril, neutral y universal es muy útil para usarse como comodín cuando escasean las alternativas más profundas. Por ejemplo en ambientes laborales con personas de baja afinidad cuando necesitas una muletilla para limar asperezas. O gente que conoces poco y necesitas rellenar tiempos muertos (en el sentido menos baloncestista de la frase). También es imprescindible como descansos en las comidas de trabajo, siempre ideales para desconectar y navegar un rato por mi mundo interior.

No, no soy imparcial, pero el que esté libre de pecado que chute el primer penalti.

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