El ser humano se comporta a veces como un bisonte corriendo en estampida. Avanza a toda velocidad siguiendo a la masa sin saber hacia donde. Si los demás lo hacen será lo correcto. No se plantea la dirección. Podrían ir todos hacia un acantilado, pero no se lo cuestiona. Si todos corren por algo será... nadie se quiere quedar atrás...
Tenemos numerosos ejemplos. Colas en rebajas para comprar cosas que no necesitamos. Burbujas de todo tipo (si los demás se enriquecen comprando vivienda yo también... los inmuebles nunca bajan...). Modas (ropa, tecnología, redes sociales, juegos on line, fútbol...). Ideologías, religiones, creencias... Acumulación de poder o de riqueza material como indicador del éxito en la vida...
Yo creo que es un mecanismo de defensa del cerebro. Si tuviera que pensar todo lo que va ha hacer, con la cantidad de estímulos que recibe, se sobre calentaría y se le fundirían las neuronas. Por ello ha creado dos mecanismos de defensa:
a) La repetición, los hábitos, las costumbres, las rutinas... (hacer lo de siempre para no tener que volver a pensar / decidir cada vez)
b) Copiar, imitar, hacer lo que hacen todos... (si alguien ya lo ha pensado no lo tengo que volver a pensar yo)
Además, en una sociedad que castiga el error, el hecho de que muchos otros se hayan equivocado igual que yo es un atenuante social que siempre consuela.
De vez en cuando algún bisonte se detiene. Levanta la cabeza y mira hacia donde se dirige la manada. Y a veces no le gusta lo que ve. Si el bisonte está en la periferia puede parar. Puede apartarse. Incluso puede convencer a algunos de los que tiene cerca para que hagan lo mismo. Y si no son capaces por lo menos que le sigan a él en otra dirección.
Pero cuando el bisonte que se para está en el medio de la estampida fácilmente será arrollado por los demás o verá impotente como le arrastran hacia el acantilado. Un ejemplo sería la del soldado desertor en una guerra absurda (como todas) o la del defensor del medio ambiente en un escenario capitalista ultra liberal.
¡¡Bisontes!! Levantad la cabeza de vez en cuando para mirar hacia donde va la manada. Quizás otros os vean y os imiten. Tal vez podáis parar la manada. Tal vez no. Pero por lo menos mirad. Cuestionaos la dirección. Sino seréis arrastrados siempre por los que van delante dirigiéndola. Y ellos a veces tampoco saben el rumbo. También miran hacia el suelo... o tal vez están mirando hacia su propio ombligo...
PD - este artículo se lo dedico a mi padre. Le quiero por ser como es, no porque la sociedad establezca que a un padre hay que quererlo.
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