martes, 7 de febrero de 2012

ORO

Hace unos días mi madre estaba ordenando un armario y encontró una vieja caja de cartón. Dentro había una cubertería de plata. Recordaba vagamente que una tía abuela suya se la había regalado décadas atrás. Era un trasto inútil, lleno de polvo, y se disponía a enterrarlo otra vez, pero en el último momento me preguntó si yo creía que nos podrían dar algo por ella. Le contesté que el precio de los metales nobles había subido mucho y que era un buen momento para vender.

Empecé a investigar y me percaté de que los establecimientos para comprar oro se habían multiplicado como setas. Las antiguas inmobiliarias se habían reconvertido al nuevo sector oportunista. Así que, después de filtrar en Internet, me puse la caja en la mochila y salí a la aventura. Entré en la primera tienda. Rasparon los cubiertos y rociaron el polvo con un líquido. Me dijeron que aquello no era plata, que era alpaca, y que me lo llevara, porque ellos sólo compraban oro y plata de alta calidad. Yo ni sabía lo que era la alpaca. Así que salí de allí, más frustrado por tener que volver a cargar en mi mochila el peso de aquella caja en el viaje de vuelta que por no haber sacado un dinerillo por ella.

Sin embargo, en la misma calle, justo cuatro casas a la derecha había otra tienda igual. Como no tenía nada que perder, entré en ella y se repitió la misma historia. El raspado, la alpaca y el "te lo puedes llevar porque no te pagamos nada por esto". Salí otra vez a la calle y justo delante había un tercer establecimiento análogo a los anteriores. Ya estaba allí, así que ¿por qué no perder unos minutos más? Raspado, mirada triste... pero esta vez la frase fue diferente... "esto no es plata, es alpaca... sólo te podemos pagar poco más de 1.000 euros...". Obvia decir que yo puse cara de "bueno, qué remedio, me conformaré con ello", solté la carga y agarré el dinero, para salir corriendo antes de que se dieran cuenta de lo poco que hubiera aceptado por aligerar de peso mi espalda.

¡Mil euros! Por un montón de chatarra inútil. Hay gente que se pasa un mes entero trabajando 8 horas diarias por menos dinero. ¿Cuánto me hubieran dado de ser plata buena? ¿Y oro? Siempre he pensado que el metal noble, los diamantes, las joyas... están sobrevalorados. No se pueden comer, son trastos inútiles, no sirven para nada. No tienen ningún valor por ellos mismos. De acuerdo que no se deterioran, que el diamante es el material más duro de la tierra, y su extracción es costosa y a veces éticamente cuestionable, pero su valor es artificial. Sirven para adornar. Y yo personalmente valoro la belleza de la mujer en su naturalidad, no me gustan ni maquilladas, ni enjoyadas ni manipuladas con bótox o cirugía. Cuanto más naturales mejor. Uñas cortas y sin pintar. Ni brillo. Por eso nunca he entendido el elevado precio de los simples adornos.

Ahora encima, hay una burbuja. Como la hubo en la bolsa o en la vivienda. Y las burbujas se pinchan. Los inversores no confían en las divisas, el mercado inmobiliario ya no es líquido, la bolsa no remonta, las ludopatías financieras se desenmascaran y la renta fija y la deuda pública ya no son tan seguras. Por tanto otorgan su confianza al oro. Y el oro no vale nada. Es pura convención. El petróleo sirve para fabricar gasolina con la que desplazarse (y un montón de cosas más), el agua potable se puede beber, en los terrenos se puede edificar o cultivar, la ropa abriga, las casas te cobijan, los coches te llevan a los sitios... pero las joyas, los lingotes, los diamantes... no sirven para nada.

Tengo un amigo numismático (todos tenemos uno). Me comenta que hay gente que colecciona monedas (cosa que ya sospechaba). Algunas son de oro, con una antigüedad de cientos de años y un valor histórico y cultural elevadísimo. Pues se están vendiendo esas monedas a peso para fundirlas, porque es más caro su valor como metal que como pieza de coleccionismo. Es como vender el David de Miguel Ángel a peso porque el precio del mármol ha subido tanto que es más rentable trocearlo para hacer baldosas de lavabo que venderlo a un museo. Al final el coleccionista (o sus herederos) venden al mejor postor, el intermediario es oportunista de burbuja y no las reconoce ni valora y el destinatario final se conforma con un lingote para almacenar o hacer otra joya. "Sólo" pierde el patrimonio cultural de la humanidad. Que no es poco. Bueno..., tampoco seré yo el que compre esas monedas para salvarlas, y menos ahora.

Moraleja: si tienes joyas, oro, cuberterías u otra chatarra y te quieres desprender de ello aprovecha ahora. Muchos desearían haber vendido inmuebles o acciones antes del pinchazo de sus respectivos mercados.

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