lunes, 23 de julio de 2012

LOS MOSQUITOS

Hace tiempo que me cuestiono la utilidad vital de los mosquitos. Afortunadamente aquí no transmiten enfermedades letales, pero no acabo de entender qué se había fumado "El Creador" el día que decidió inventarlos.

Claro, seguro que las arañas, pájaros, peces, batracios, murciélagos y otros benefactores que se alimentan de ellos no opinan igual, pero yo me sigo preguntando si no hubiera sido mejor hacer unas mosquitas inofensivas para tal finalidad.

Tengo las piernas taladradas con premeditación, alevosía, ensañamiento y nocturnidad. Mi filosofía budista de respetar a todos los seres vivos se desmonta como un castillo de naipes en un tsunami ante tal contradicción. Los combato como a cualquier virus, bacteria, hongo o parásito que pretenda alimentarse de células de mi cuerpo... sin tregua.

Un día decidí que no usaría armamento químico o bacteriológico. Ni sprays, ni enchufes, ni citronela, ni velas, ni humos, ni collares o pipetas antiparasitarios. Creo que el veneno y los tóxicos insecticidas me perjudican más que el anticoagulante de la picadura. Yo trabajo a pura palmada. Tú me picas, yo te aplasto. Yo te aplasto y tu ya no me picarás. No utilizo ningún otro método (a excepción de dejar las zapatillas usadas en la ventana, cuyo hedor crea una barrera que purga cualquier forma de vida, pero lo hago más por dignidad humana que como insecticida).

Con el tiempo me he convertido en un cazador experto. La clave es la sangre fría. El temple. La ecuanimidad. Cuando los veo volar los sigo sin odio, sin rencor, sin pasión. Intento que pasen por una superficie blanca (paredes...) para mejorar el contraste y los aplasto al aire de una palmada, a la primera. Mi eficacia y reflejos han incrementado de forma exponencial. La destreza y la maestría se adquieren con el tiempo y la experiencia. Al final haces filigranas, cacería espectáculo (chafar a la vez uno con cada mano, arrojar un objeto al aire, aplastar al mosquito y recoger el objeto antes de que caiga al suelo, etc...).

Cada noche, antes de acostarme, hago una redada por la habitación. No dejo ni uno con vida. Mi propia vista ha mejorado y los detecto al instante. Me conozco cada rincón, cada muesca en la pared. Moscas, arañas están siempre a salvo de ser confundidos. Identifico tigres, vulgares, mosquita cojonera que pica. Un experto de la universidad de la vida, del trabajo de campo. No, no seré modesto, soy un depredador, 50% rana, 50% Schwarchenechsewenegger.

Una vez, escuché en un documental que los mosquitos no son como las abejas o las inyecciones. No es un aguijón afilado y poderoso que pica a golpe. Más bien es una especie de serrucho, y tarda unos 20 segundos en hacer un agujero para meter la trompa succionadora. Por tanto tienes todavía un tiempo de respuesta. Por ello, una táctica habitual, es dejar que se posen en mi pierna. Que me empiecen a picar. Cuando tienen la trompa dentro son más vulnerables. Imaginaros a un hombre en plena cópula. En pleno orgasmo. Seguro que no tiene ganas de luchar o huir ante un peligro, o como mínimo reacciona más lento. Esos segundos hacen la diferencia. Esos segundos te permiten aplastarlo con comodidad. Sin prisas. Sin estrés. Sin remordimiento. Sin odio. Sin crueldad. Sin piedad. Sin sentimientos. Sin rencor.

1 comentario:

  1. Leí de principio a fin tus tácticas contra estos chupasangre y, sí, adhiero en que es cuestión de dar para recibir. Ofrecemos nuestra sangre como primer signo de sacrificio y los dioses se ponen de nuestro lado. A cambio, nos retribuyen con el cuerpo del insecto, amén.

    ResponderEliminar