jueves, 15 de diciembre de 2011

PALABRAS VACÍAS

Creo que hablar tanto de la crisis económica contribuye en gran medida a alimentarla. Las portadas de los periódicos y los informativos nos recuerdan a diario que estamos sumidos en ella y los estragos que está causando.

Es cierto que mucha gente ha perdido su empleo y que muchas familias se han endeudado por encima de sus posibilidades para comprar pisos que ahora valen mucho menos de lo que pagaron. También es verdad que la propia Administración Pública ha actuado con la misma temeridad gastando más de lo que ingresaba y compensándolo adquiriendo una deuda que cada vez le cuesta más de refinanciar.

Todo ello es verdad. Pero sembrar un ambiente de pesimismo generalizado no ayuda a salir de la situación. Conozco a muchas personas que han perdido su empleo y luchan por subsistir, pero conozco muchas más que lo conservan y que mantienen su capacidad adquisitiva intacta, pero que retraen su consumo, aparcan sus proyectos de inversión y no asumen riesgos porque tienen miedo al potencial empeoramiento de la crisis. Y todo ello no ayuda a resolverla.

Yo creo que las emociones influyen en la creación de la realidad. Los que crean que saldremos de la crisis saldrán de ella y los que crean que nos hundiremos se hundirán. Porque generamos nuestra realidad con nuestras creencias. Y la opinión está muy influenciada por los medios de comunicación que nos bombardean constantemente con mensajes catastrofistas.

Ocurre lo mismo con las enfermedades. Hablar de patologías, quejarse de los dolores, comentarlas con la gente, lamentarse, recrearse en ellas ayuda a intensificarlas y a verse a uno mismo como un enfermo. Y las enfermedades empeoran realmente cuando les das un protagonismo excesivo.

Es necesario actuar como una persona sana, visualizarte como un individuo sin enfermedades, proyectar mentalmente esta situación como real. Si lo haces las enfermedades dejarán de ser tu foco de atención y si, a demás de actuar así, te lo llegas a creer acabarás provocando tu propia sanación.

Yo voy incluso más allá. Intento evitar preguntar a la gente enferma cómo se encuentra. Muchos lo consideran pasotismo, una falta de atención y te pueden tildar de egoísta o insensible. No te preocupas por las enfermedades de los demás... No te importan estas personas... No te importa el sufrimiento de los otros...

La realidad es que evito recordarles que están enfermos. Entiendo que no les curará que yo les pregunte cómo están, no les beneficia en nada, y hablar de la enfermedad tan sólo contribuye a alimentarla. Yo puedo subsistir sin saber cómo se encuentran y es un sacrificio que estoy dispuesto a hacer si ello contribuye a mejorar su salud. Si el tema empeora ya me enteraré. Puedo hablar de otros asuntos. Incluso soy capaz de no hablar.

Y por otro lado no hago a los demás lo que no quiero que me hagan a mí. Yo mismo evito recordar mis enfermedades por lo que no me gusta que me pregunten sobre ellas y alimentarlas dedicándoles mi atención y energía en hablar o pensar en ellas. Y hablando de callarse... ya me callo.

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