lunes, 4 de febrero de 2013

LOS MICROTIMOS

Siempre es mejor estafar a muchos clientes una cantidad pequeña que robarle a uno de ellos un importe elevado.

A menudo, el coste del papeleo y las molestias asociadas a la reclamación son más caros y extenuantes que el importe estafado, y por tanto muchos clientes se disgustan, con suerte cambian de proveedor (aunque a veces ni eso) y se olvidan.

Esto lo conocen muy bien las compañías de telefonía móvil. 

Recuerdo que hace años contraté los servicios de una de ellas (que ya no existe). Un buen día, cansado de sus deficiencias llamé para dar de baja todos los servicios. Debía ser el mes de abril. En enero del año siguiente (8 meses después) recibí un cargo de 1 euro en mi cuenta. Llamé para avisar del error y me dijeron que todo era correcto. Resulta que no me habían dado de baja de un servicio complementario (identificación de llamada, ...), que era gratuito, y que había quedado durmiente todos esos meses. Pero en enero decidieron que a partir de entonces costaría un euro al mes, así que lo reactivaron. Y me cargaron un euro.

Me amenazaron con que si no lo pagaba me incluirían en una lista de morosos y a partir de entonces la gente me escupiría por la calle, los perros me morderían, los niños huirían de mí y Lucifer se apoderaría de mi alma. Y que valorase si por un simple euro me quería arriesgar a las nefastas consecuencias de entrar en esa lista negra. También me informaron del procedimiento de reclamación, que entre llamadas, buro faxes, fotocopias e impresiones, obviamente valía bastante más que el dichoso euro. Así que, como ellos ya sabían, pagué el euro y me resigné a archivar el caso en el expediente del olvido. Pero reflexioné sobre el tema. Imaginemos todos los clientes (actuales y antiguos) que tiene una compañía de telefonía. Y sumamos un euro (en el supuesto que se dieran cuenta el primer mes) para cada uno de ellos. Centenares de miles de euros en beneficios. Una mina de oro!!. Y lo saben.

Si una empresa te intenta robar un importe elevado luchas hasta la muerte para recuperarlo. Pero no te desgastas por un simple euro. Y ellos a forrarse.

Pero hoy las cosas han cambiado. Hoy reclamo aunque pierda dinero. Ya no es un criterio económico o de eficiencia. Me lo planteo como un deporte. Como un juego. Como una diversión. Y a la vez es obra social. Un grano de arena para conseguir un mundo mejor. Que no se acostumbren a que la gente pasa. Que no se acostumbren a la impunidad. Cada comisión bancaria injusta, cada error en la factura del teléfono, cada impuesto mal cobrado (en ese caso fue bastante más de un euro...), cada fraude corporativo contra el consumidor, se convierte en un nuevo pasatiempos. Un Sudoku burocrático-administrativo que afronto con ilusión como un reto personal para mi divertimento y para hacer de este mundo un lugar mejor donde vivir.